lunes, 12 de noviembre de 2018

Culto Mazdeano 2da.parte.

Culto Mazdeano 2da.parte.

Veamos ahora las ceremonias usadas en el acto de iniciar en la secta a los miembros de la misma. El candidato, antes de la iniciación era sometido a numerosas purificaciones con fuego, agua y miel: la serie de probaciones por las que pasaba era verdaderamente larga y terminaba con un ayuno de cincuenta días seguidos. Estas pruebas las sorteaba el candidato  en cuevas subterráneas en las que estaba condenado a perpetuo silencio y a una completa soledad. El iniciado podía subir un rango y  después sería sometido más actos probatorios de su valía. 


Eran introducidos los candidatos en la cueva de los iniciados, en donde era armado con un arnés o coraza por su guía, el cual era una re presentación  de Simorgh, monstruo grifo e importante actor  de las manipulaciones de  la mitología persa, y provisto de talismanes para hacer frente a todos los encuentros con los horrorosos monstruos  y malos espíritus que quisieran ponerse en su paso. Introducido en  una estancia era purificado con fuego y agua y pasado por los siete grados de iniciación.

Lo primero que a sus ojos se ofrecía  era una profunda  y espantosa caverna , abovedada, al pe de la cual se abría un enorme precipicio donde había de caer al menor paso que diera en falso, hundiéndose en el “ abismo de la espantosa indigencia”: luego avanzando entre los laberintos  de la sombría caverna percibía el fuego sagrado, cuyas llamas se avivaban a inérvalos alumbrando mortecinamente su camino; al propio tiempo oía el distante alarido  de bestias feroces hambrientas, el rugido del león, el aullido del lobo, y otros alaridos. Su acompañante guardando un profundo silencio, empujabale hacia el sitio de dónde venían  aquellos espantables sonidos, y tiniebla apenas si con una luz.


Inmediatamente  era agredido por los iniciados, que en forma de leones, tigres, lobos, grifos y otros monstruos animales se echaban sobre él, difícilmente escapando de sus  garras san y salvo. Pasaba de allí a otra caverna tenebrosa, en donde atronaba  sus oídos el terrible fragor del trueno y hería sus ojos  el continuo vibrar del rayo y el relámpago, a cuyos siniestros resplandores distinguía los horripilantes visajes de los espíritus vengadores que celebran con macabra muestra de satisfacción la llegada  del iniciado a sus antros inhospitalarios.
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Para aliviar de alguna manera el cansancio del neófito, conduiacele a otro departamento, en donde  su oído era recreado con melodiosos acordes de música y su olfato con el armo de exquisitos perfumes. Para dar a entender, poco después, su disposición a practicar las restantes ceremonias.  Hacia su guía una señal y comparecían, como por encanto, tres sacerdotes, uno de los cuales arrojaba dentro de su pecho una serpiente viva  símbolo de regeneración, y abriéndose una puerta entre oculta entraba por ella una verdadera ola de gritos desaforados, de aullidos y lamentos que aturdían  su espíritu y le sumían en un nuevo estado de indescriptible terror.


Al volver su espantada vista hacia el sitio de donde provenían las cacofonías, presentaba se ante sus ojos una desgarradora  de los tormentos  que sufren los condenados  en el Averno. Se le ayudaba a salir del laberinto a través de laberintos y espaciosas bóvedas, cada una de las cuales mostraba por  pequeños visillos  escenas de peligrosas aventuras, hasta que llegaba el iniciado al sacellum (capilla) o Sancta Sanctorum.  Que estaba brillantemente iluminado y cuyas paredes y techos despedían los reflejos del oro más acerado y las más ricas piedras preciosas. Allí estaba el archimago o jefe de la secta, sentado en la parte  del oriente, en un trono adornado de oro, coronada su cabeza con una rica diadema entrelazada de ramas de mirto, vestido con una túnica de un azul resplandeciente, rodeado de una asamblea de ministros  y  dispensadores de los sagrados misterios. Estos recibían al neófito con grandes agasajos, y después de tomarle los consiguientes juramentos para guardar secreto sobre los ritos de Zoroastro, se le confiaban las sagradas palabras, la primera y más importante de las cuales  era el TETRACTYS  o el nombre de dios. El TETRACTYS  era análogo al  TETRAGRAMMATON  judaico  o nombre  de Dios  en cinco letras. El número cuatro era tenido por el más perfecto; porque en las cuatro propiedades de la naturaleza se comprende todo lo demás; además, los cuatro primeros números sumados entre si forman la década, después de la cual  todo es simple repetición.







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