Una secta con tanto poder para ejercer un control permanente
sobre sus miembros, los más nuevos son blanco de técnicas cuya receta parece
sacada de un cuento infantil. Los recién iniciados son aislados de
su mundo de origen, física y espiritual mente. En un momento todo lo que no es
la secta representa de manera inmediata lo enemigo, la misma familia puede ser
como en el caso de los Moonies satanizada sistemáticamente, de tal manera que
el novato queda aislado por todos los frentes.
Podría decirse que se lleva a cabo un aislamiento similar al
que son expuestos los protagonistas de la novela 1984 de H.g Wells. El proceso puede llevar semanas o meses hasta
que los familiares notan que sus seres queridos han sido plagiados, y todo
contacto se ha perdido. En su peor momento Steve Hassan llevaba una vida, en la
que todo acto individual y colectivo giraba específicamente en la órbita del líder,
la doctrina, y toda manera de llevar a cabo su praxis.
Como puede tratarse de los trabajos de recolección de fondos
que los miembros jóvenes eran enviados a realizar en diferentes estados, en
este caso del territorio Norteamericano. Estas recaudaciones se llevaban a cabo
a través de pequeños grupos cuya principal palanca era una acometividad ridícula,
que gratificaba a los mejores con honores y cargos inventados con tal propósito.
Estos grupos pasaban semanas e incluso meses en realizar la misión donde su
trabajo consistía en vender baratijas sin horarios establecidos, frente a todo
lugar donde la gente se daba reunión de manera masiva. Cumplir las cuotas demandadas machacaba todo posible espíritu de
libertad o crítica y además uno extremaba su aislamiento al encontrar en su
correligionario un competidor-enemigo.
Hassan lo relata con cruel simpleza “Una de las más atractivas cualidades de la vida
en las sectas es el sentido de comunidad que inspira. Al principio el amor
parece ser incondicional e ilimitado, y los nuevos miembros se ven arrastrados
a una luna de miel llena de alabanzas y atenciones. Pero al cabo de unos meses,
conforme el adepto se involucra más en la secta, las alabanzas y las atenciones
se vuelcan hacia los nuevos reclutas. El miembro de la secta aprende que el
amor no es incondicional, sino que depende de su buen rendimiento.
Los
comportamientos son controlados a través de las recompensas y castigos. Se
utiliza la competencia para estimular y avergonzar a los miembros a fin de que
sean más productivos. Si las cosas no van bien -se consiguen pocos reclutas,
ataques de la prensa, deserciones- es una falta personal del miembro, y su
ración de «felicidad» le será retenida hasta que el problema sea solucionado.
En algunas sectas piden a los individuos que confiesen sus pecados para tener
garantizada la «felicidad» y, en caso de que no recuerden ninguno, que se los
inventen. Al final llegan a creer que de verdad han cometido los pecados
inexistentes
Las buenas
amistades representan un riesgo, y son desalentadas con disimulo por los
líderes. El compromiso emocional del miembro de una secta debe ser vertical
(hacia el líder), no horizontal (hacia sus iguales). Los amigos son peligrosos,
en parte porque si un miembro abandona la secta podría llevarse a otros con él.
Cuando alguien deja el grupo, por supuesto el «amor» que se le dirigía se
convierte en irritación, odio y burla.
Las relaciones
dentro de estos grupos son por lo general superficiales, porque se desaconseja
activamente compartir sentimientos íntimos, sobre todo los negativos. Esta
característica de la vida en una secta, prevalece incluso cuando el adepto
siente que está unido a sus camaradas como nunca lo ha estado con cualquier
otra persona. Cuando pasan vicisitudes (al recaudar fondos en el crudo invierno
o bajo el tórrido sol del verano) o son perseguidos (la policía los arresta por
infracciones de la ley o son molestados por personas extrañas), tienen una
excepcional sensación de profunda camaradería y de compartir el martirio. Pero
ya que la única fidelidad real es hacia el líder, una observación más profunda
demuestra que tales lazos en el fondo son débiles, y a veces producto de la
fantasía.
El miembro
de una secta llega a vivir dentro de un ámbito delimitado por el miedo, la
culpa y la vergüenza. Los problemas son siempre una falta del adepto, y se
deben a la debilidad de su fe, a su falta de comprensión, a «padres
malos», a espíritus perversos, o lo que sea. Se siente constantemente culpable
por no dar la talla. Llega a creer que «el demonio» le persigue.
En todas
las sectas destructivas que he conocido, el miedo es el principal motivador.
Cada grupo tiene su propio diablo particular agazapado a la vuelta de la
esquina que espera a los miembros para tentarlos y seducirlos, para matarlos o
volverlos locos. Cuanto más vivo y tangible es el demonio que la secta puede
conjurar, más intensa es la cohesión que alimenta.
La vida en
la secta es como un viaje en una montaña rusa. El adepto oscila entre la
felicidad extrema de experimentar la «verdad» junto a una élíte privilegiada,
y el aplastante peso de la culpa, el miedo y la vergüenza. Los problemas son
siempre debidos a su incapacidad, no a la del grupo. Es el eterno
culpable por no alcanzar las metas. Si plantea o Las relaciones dentro de estos
grupos son por lo general superficiales, porque se desaconseja activamente
compartir sentimientos íntimos, sobre todo los negativos. Esta característica
de la vida en una secta, prevalece incluso cuando el adepto siente que está
unido a sus camaradas como nunca lo ha estado con cualquier otra persona.
Cuando pasan vicisitudes (al recaudar fondos en el crudo invierno o bajo el
tórrido sol del verano) o son perseguidos (la policía los arresta por
infracciones de la ley o son molestados por personas extrañas), tienen una
excepcional sensación de profunda camaradería y de compartir el martirio. Pero
ya que la única fidelidad real es hacia el líder, una observación más profunda
demuestra que tales lazos en el fondo son débiles, y a veces producto de la
fantasía.
Sin más
presentamos los tres pasos fundamentales que se aplican para lograr el control
mental, en este caso específico tomamos el método Moonie.
Los tres pasos para conseguir el control de
la mente
Una cosa es
ser capaz de identificar los cuatro componentes del control mental, pero otra
muy distinta es saber cómo se utilizan en la práctica para cambiar el
comportamiento de las personas confiadas. A primera vista, los tres pasos del
proceso para conseguir el control de la mente parecen bastante sencillos. Yo lo
denomino descongelación, cambio y congelación.
Este modelo
de tres pasos fue deducido a finales de los años cuarenta de un trabajo de Kurt
Lewin,11 y fue descrito en el libro de Edgar Schein Coercive
Persuasion [Persuasión coercitiva].12 Schein, al igual que
Lifton, también estudió los programas de lavado de cerebro en la China de Mao
Tse-Dong a finales de los cincuenta. Su libro, basado en las entrevistas con
antiguos prisioneros estadounidenses, es un valioso estudio del proceso. Sus
tres etapas conceptuales se aplican igual de bien al control mental no
coercitivo como al lavado de cerebro. De acuerdo con su descripción, el descongelamiento
consiste en destruir las defensas del individuo, el cambio es el
proceso de adoctrinamiento, y la congelación es el proceso de formación
y reforzamiento de la nueva identidad.
Las sectas
destructivas actuales cuentan con la ventaja de treinta años de investigaciones
y técnicas psicológicas desarrolladas desde los tiempos de Mao, con lo cual sus
programas de control mental son mucho más efectivos y peligrosos. Los procesos
hipnóticos, por ejemplo, han adquirido mucha más importancia en el moderno
control mental. Además, las sectas destructivas actuales son más flexibles en
sus planteamientos. Están preparadas y son capaces de cambiar su forma de
abordar a una persona para adaptarse al perfil psicológico específico del
individuo, mediante la utilización del engaño y un lenguaje básico muy
elaborado, o el empleo de técnicas como la interrupción del pensamiento y la
implantación de fobias.
Examinemos
con más detenimiento este modelo de tres etapas para ver cómo el programa va
creando paso a paso a un bien disciplinado miembro de una secta destructiva.
La
descongelación
Para
predisponer a una persona para un cambio radical, lo primero es perturbar su
realidad. Sus adoctrinadores deben desorientarlo. Sus marcos de referencia para
comprenderse a sí mismo y a su entorno deben ser cuestionados y destrozados.
Cambiar su visión de la realidad abatirá sus defensas naturales contra los
conceptos que desafían su realidad.
Hay
muchísimos métodos para conseguir el descongelamiento. Desorientar
psicológicamente a una persona puede resultar muy efectivo. Privarle del sueño
es una de las técnicas más comunes y más eficaces para quebrar su resistencia.
Además, el cambio de las dietas alimenticias y de los horarios de comida
también puede producir un efecto de desorientación. Algunas sectas utilizan
dietas bajas en proteínas y alto contenido de azúcar, o una alimentación escasa
durante períodos prolongados, para minar la estabilidad del individuo. La
descongelación se consigue más fácilmente en un entorno controlado por completo
como en una casa aislada, pero también en lugares mucho más accesibles como el
salón de un hotel.
Los
procedimientos hipnóticos constituyen otra eficaz herramienta para descongelar
a un individuo y burlar sus mecanismos de defensa. Una técnica hipnótica
particularmente efectiva se basa en el uso deliberado de la confusión para
inducir el estado de trance. La confusión es el resultado habitual de presentar
de forma congruente cualquier información contradictoria. Por ejemplo, si el
hipnotizador dice con un tono de voz autoritario: «Cuanto más intente
comprender lo que les digo, menos capaces serán de comprenderlo. ¿Me
comprenden?». El resultado es un estado de confusión temporal. Si lo repite una
y otra vez puede que al final tenga sentido. Sin embargo, si a un individuo se
le mantiene durante el tiempo suficiente en un entorno controlado, y se le hace
escuchar un lenguaje que le desorienta y una información que le confunde, lo
más normal es que acabe por suspender su juicio crítico y se adapte a lo que él
cree que los demás están haciendo. En un entorno así, la tendencia observada en
la mayoría de la gente es la de dudar de sí mismos y seguir al grupo.
La
sobrecarga sensorial, lo mismo que la privación de sensaciones, también
consigue desequilibrar por completo a una persona y hacerla más abierta a la
sugestión. Un individuo puede ser bombardeado con datos de una fuerte carga
emocional a un ritmo superior al que puede digerir. El resultado es una
sensación de estar desbordado. La mente se pone en punto muerto y deja de
evaluar los datos que recibe a raudales. El recién llegado puede pensar que
esto es algo que ocurre espontáneamente en su interior, pero es el grupo quien
lo ha estructurado así de forma intencionada.
Otras
técnicas hipnóticas, como el vínculo doble,13 pueden también
utilizarse para ayudar a descongelar el sentido de la realidad de un individuo.
El doble vínculo fuerza a la persona a realizar lo que desea el controlador
manteniendo la ilusión de que puede elegir. Por ejemplo, el líder de una secta
puede proclamar: «Todos aquellos que tienen dudas acerca de lo que les digo,
deben saber que soy yo quien coloca esas dudas en su mente, para que
sepan sin lugar a dudas que soy yo el verdadero maestro». El individuo puede
creer o no las palabras del líder, pero las dos posibilidades están cubiertas.
Veamos otro
ejemplo del doble vínculo: «Si usted admite que hay cosas en su vida que no
funcionan, entonces, si no participa en el seminario, le está dando a esas cosas
el poder para que controlen su vida». En otras palabras, el mero hecho de estar
allí demuestra que es incapaz de decidir si se queda o se va.
Ejercicios
tales como las meditaciones guiadas, las confesiones personales, las sesiones
de rezos, los ejercicios gimnásticos vigorosos, e incluso el cantar en grupo,
también facilitan la descongelación. Es típico que estas actividades comiencen
de forma inocente, pero poco a poco se vuelven más intensas e intencionada
conforme progresa el taller de trabajo o el seminario. Casi siempre son
realizadas en grupos, lo que implica la falta de intimidad y frustra la
necesidad del individuo de estas a solas, pensar y reflexionar.
En esta
etapa del descongelamiento, a medida que los sujetos se debilitan, la mayor
parte de las sectas les bombardean con la idea de que tienengraves defectos:
son incompetentes, están enfermos mentalmente o su espiritualidad es nula.
Cualquier problema que sea importante para el individuo, como el bajo
rendimiento en los estudios o en el trabajo, el exceso de peso o las
dificultades en sus relaciones personales, son exagerados hasta el infinito
para probar que uno no vale nada. Algunas sectas pueden ser bastante virulentas
en sus ataques personales, llegando con frecuencia a la humillación delante de
todo el grupo.
Una vez que
la persona se hunde, está lista para la segunda fase.
El
cambio
El cambio
consiste en imponer una nueva identidad personal -una nueva serie de
comportamientos, pensamientos y emociones- para llenar el vacío dejado por la
desaparición de la identidad anterior. El adoctrinamiento de esta nueva
personalidad se realiza tanto formal (en seminarios y rituales) como
informalmente (en compañía de otros miembros, con lecturas y audiciones de
grabaciones y vídeos). Muchas de las técnicas utilizadas en la fase de
descongelación son también aplicadas en ésta.
La
repetición, la monotonía y el ritmo: he aquí las tres adormecedoras cadencias
hipnóticas a través de las cuales se realiza normalmente el adoctrinamiento.
Los datos se repiten una y otra vez. Si los conferenciantes tienen una
preparación más seria, varían en algo sus charlas para mantener la atención,
pero el mensaje es siempre el mismo.
Durante la
fase de «cambio», todas estas repeticiones se centran en unos cuantos temas básicos.
Se les dice a los novicios lo malo que es el mundo, y que los no iluminados no
saben cómo arreglarlo. Esto es así porque la gente común carece del nuevo
«entendimiento» que ha traído el líder. El líder es la única esperanza para
conseguir una felicidad duradera. A los reclutas les dicen: «Tu personalidad es
la que te impide experimentar plenamente la nueva verdad». Tus "viejos
conceptos" son los que te mantienen sujeto. Tu mente "racional"
te impide acercarte a este fantástico progreso. Ríndete. Déjate ir. Ten fe».
Los
comportamientos se moldean al principio de forma sutil, después con más
determinación. El material que servirá para construir la nueva identidad se
suministra gradualmente, pieza a pieza, y sólo se aumenta el ritmo cuando se
considera que el sujeto está preparado para asimilarlo. La regla elemental es:
«Dile sólo lo que pueda aceptar». Cuando yo era conferenciante de los Moonies,
a menudo discutía las tácticas a emplear con los otros conferenciantes. Para
racionalizar nuestras manipulaciones utilizábamos la siguiente analogía: «Tú no
le darías a un bebé trozos de filete, ¿no es cierto? Tienes que alimentarle con
algo que pueda digerir, como las papillas. Bueno, estas personas (los conversos
en potencia) son como bebés espirituales. No les digas más de lo que puedan
asimilar o se morirán». Si un novicio se enfadaba porque estaba aprendiendo
demasiado sobre nosotros, la persona que trabajaba con él se hacía a un lado y
dejaba que otro miembro le diera un poco de papilla.
Las
sesiones formales de adoctrinamiento pueden ser muy monótonas y rítmicas: una
forma de inducir estados hipnóticos. Resulta bastante corriente que la gente se
duerma durante estos programas. Cuando yo era conferenciante de la secta,
reprendía a las personas cuando se dormían y las hacía sentirse culpables, pero
de hecho significaba que estaban respondiendo bien a la hipnosis. Más adelante
aprendí que la hipnosis es algo habitual en muchas sectas. Aun cuando se ponga
a eechar una cabezada, la persona permanece más o menos atenta a la información
y es afectada por ésta, al estar sus defensas intelectuales normales con la
guardia baja.
Otra
técnica muy eficaz para el cambio es la «experiencia espiritual» inducida, que
a menudo se consigue de manera por completo artificial. Su amigo más íntimo en
el grupo se encarga de recoger toda la información privada del recluta y se la
pasa en secreto a los líderes. Más tarde, en el momento preciso, esta
información se utiliza de improviso para crear una «experiencia». Tal vez
semanas después, en otra ciudad, un líder entrevista al recluta y le habla de
pronto del suicidio de su hermano. Como sabe que no ha hablado de ello con
nadie de este nuevo lugar, el recluta piensa que el líder ha leído sus pensamientos
o que ha sido informado directamente desde el mundo de los espíritus. Se siente
sobrecogido y pide perdón por no ser mejor hermano.
Las sectas
religiosas destructivas no son las únicas en organizar experiencias «místicas».
Un experto en artes marciales y autotitulado «mentalista», que estaba formando
su propia secta, pagaba en secreto a unos gamberros para que agredieran a
algunos de sus estudiantes en la calle, para intensificar su miedo al mundo
«exterior», se entrenaran más y en consecuencia se hicieran más dependientes de
él. Un psicoterapeuta (líder de una secta) manipuló a una de sus clientes
echándole en cara su incapacidad para seguir la dieta. No le dijo que la había
visto horas antes cuando se comía un helado. Ella creyó que el hombre tenía
poderes ocultos.
Una técnica
bastante común en las sectas religiosas consiste en pedirle a sus adeptos que
le pregunten a Dios qué quiere Él que hagan. Les exhortan a que estudien y
recen para llegar a conocer la voluntad de Dios. Siempre se insinúa que unirse
al grupo es lo que Dios quiere, y que abandonar el grupo es traicionar su
voluntad. Claro que si una persona le dice al líder de la secta que Dios le ha
indicado que debe abandonar, tal deseo no será aceptado como válido.
Tal vez la
persuasión más poderosa es la ejercida por los otros miembros de la secta. Para
una persona normal, hablar con un adepto adoctrinado es toda una experiencia.
Es muy probable que usted no haya conocido jamás a nadie, amigo o familiar, que
esté tan absolutamente convencido de saber qué es lo mejor para usted. Un buen
adepto jamás acepta un no por respuesta, porque ha sido adoctrinado para
creer que si usted no se adhiere, el culpable es él. Esto genera una
gran presión sobre el adepto para que triunfe.
Cuando uno
está completamente rodeado por esta gente, la psicología del grupo desempeña un
papel muy importante en el proceso de «cambio». Se organiza adrede a los
individuos en pequeños grupos específicos (o células). Quienes hacen demasiadas
preguntas son aislados enseguida del grupo principal. En los Moonies,
organizábamos equipos pequeños al empezar los talleres de trabajo para evaluar
a los reclutas. Los dividíamos en «ovejas» y «cabras», y los destinábamos a sus
respectivos grupos. Las «ovejas» eran aquellos que estaban «preparados
espiritualmente». Las «cabras» eran individualistas recalcitrantes de quienes
no se podía esperar que fueran buenos miembros. Si no se les podía «quebrar»,
su «negatividad» quedaba confinada con toda seguridad en un equipo de cabras
donde las ovejas npodían acercarse, hasta que se pedía a las cabras que se
marcharan. Más tarde, después de abandonar el grupo, me sorprendí mucho al
saber que otras sectas muy distintas a la nuestra hacían lo mismo. Nosotros
pensábamos que habíamos inventado la técnica.
Pero el
proceso de cambio engloba mucho más que la obediencia a las figuras
autoritarias de la secta. Incluye las numerosas sesiones de «participación» con
los miembros de base, en las cuales se confesaban los antiguos pecados, se
narraban los triunfos del presente y se fomentaba el sentimiento de comunidad.
Estas sesiones de grupo eran muy eficaces para inculcar la adhesión, porque el
grupo refuerza con energía ciertos comportamientos mediante efusivas alabanzas
y reconocimientos, al tiempo que castiga las ideas y comportamientos ajenos al
grupo con un silencio helado.
Los seres
humanos tienen una capacidad increíble para adaptarse a nuevos entornos. Las
sectas destructivas saben cómo explotar esta capacidad. Mediante el control del
entorno del individuo, el uso de la modificación del comportamiento para
recompensar ciertas conductas y suprimir otras, y la inducción de estados
hipnóticos, pueden verdaderamente reprogramar la identidad de una persona.
Cuando la persona ha «cambiado», está lista para el siguiente paso.
La
congelación
Después de
que alguien ha sido quebrado y adoctrinado en el nuevo sistema de creencias,
debe ser reconstruido como el «nuevo hombre» (o la «nueva mujer»). Se le debe
dar un nuevo propósito en la vida y nuevas actividades que consolidarán su
nueva identidad. Una vez más, muchas de las dos primeras etapas son empleadas
en la fase de congelación. Los líderes de la secta deben estar razonablemente
seguros de que la nueva identidad se halle bien consolidada cuando la persona
salga de su entorno inmediato. De este modo, los nuevos valores y creencias
deben ser interiorizados por el nuevo recluta.
La primera
y más importante tarea de la «nueva» persona es denigrar su anterior
personalidad. Lo peor que le puede pasar a la persona es actuar como él mismo,
a menos que ésa sea la nueva personalidad de la secta, que está completamente
formada al cabo de varios meses. La memoria del individuo se distorsiona,
minimizando las cosas buenas del pasado y exagerando los pecados, los fallos,
las heridas y la culpa. Los talentos especiales, los intereses particulares,
las aficiones, los amigos y la familia deben ser abandonados -preferentemente
en dramáticas actuaciones públicas- si entran en contradicción con el
compromiso hecho a la causa. La confesión se convierte en otro medio para
purgar el pasado e integrarse en la secta.
Durante la
fase de congelación se modela el método primario para proporcionar la nueva
información. Los nuevos miembros forman pareja con los antiguos, que se
encargan de enseñarle los entresijos. El «hijo espiritual» es instruido para
que imite en todo al «Padre espiritual». Esta técnica cubre también otros
varios propósitos. Mantiene al miembro «antiguo» en la buena senda al tiempo
que gratifica su ego, y estimula las ansias del nuevo miembro de convertirse en
un modelo respetado para poder él también entrenar a los miembros más jóvenes.
El grupo es
ahora la «verdadera» familia del miembro; cualquier otra es sólo su vieja
familia «física». Algunas sectas insisten en una transferencia muy literal de
la lealtad familiar. Jim Jones no era ni por asomo el único líder de una secta
que insistía en que sus seguidores le llamaran «Papá». En mi propio caso, yo
dejé de ser Steve Hassan, hijo de Milton y Estelle Hassan, y me convertí en
Steve Hassan, hijo de Sun Myung Moon y Hak Ja Han, los autoproclamados «Padres
Verdaderos» de toda la creación. A cada momento me recordaban que debía ser un
pequeño Sun Myung Moon». Conforme se afirmaba mi nueva identidad, yo quería
pensar como él, sentir como él, actuar como él.
Para
acelerar la congelación de un individuo, algunas sectas le dan un nombre nuevo.
Muchas le cambian su forma de vestir, el peinado, y todo aquello que pueda
recordarle el pasado. Como ya he mencionado, muchas veces los miembros deben
aprender a hablar una jerga distintiva o lenguaje simplificado de la secta.
Por lo
general se ejerce gran presión sobre el nuevo miembro para que entregue sus ahorros
y demás posesiones. Esto persigue un doble propósito, además de enriquecer a la
secta. Donar los ahorros de toda una vida congela al individuo en el nuevo
sistema de creencias. Sería demasiado doloroso admitir el error, y también
consigue que la supervivencia económica en el mundo exterior parezca mucho más
difícil en caso de que la persona piense alguna vez en abandonar la secta.
El
impedirle dormir, la falta de intimidad y los cambios dietéticos se prolongan
durante varios meses, y a veces más. Al nuevo miembro se le traslada a algún
lugar lejos de su vecindario y de sus fuentes de influencia, incluso en una
nueva ciudad donde no ha estado jamás y donde no conoce a nadie. Esto fortalece
aún más la dependencia total respecto a las figuras autoritarias de la secta.
Es típico
que al nuevo miembro se le asignen tareas de proselitismo tan pronto como sea
posible. Las investigaciones realizadas en psicología social demuestran que
nada afirma tan rápidamente las nuevas creencias como intentar convencer a
otros para que las acepten. Buscar nuevos adeptos cristaliza la identidad
construida por la secta en un plazo muy breve.
Algunos
grupos se autofinancian mediante la utilización de métodos para recaudar fondos
que son arduos y humillantes, como por ejemplo pedir limosna en las calles
durante las veinticuatro horas del día. Esta labor se convierte en una forma de
glorioso martirio que ayuda a congelar el compromiso con el grupo. ¡Correr de
un lado para otro en el aparcamiento de un supermercado vendiendo flores a un
precio exorbitante bajo una lluvia torrencial es una eficaz técnica para
conseguir que uno crea en lo que está haciendo!
Después de
unas cuantas semanas de proselitismo y recolección de fondos en el mundo
exterior, el miembro es, por lo general, reenviado a nuevas sesiones de
adoctrinamiento. Este ciclo puede repetirse docenas de veces en el transcurso
de los años.
Cuando el
novicio ya ha pasado el tiempo suficiente con los miembros «antiguos», llega
por fin el día en que se puede confiar en él para que entren a otros recién
llegados. De esta manera, la víctima se convierte en victimario, con lo que se
perpetúa el sistema destructivo.
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