jueves, 4 de octubre de 2018

Steve Hassan y los Moonies, Segunda parte.


Una secta con tanto poder para ejercer un control permanente sobre sus miembros, los más nuevos son blanco de técnicas cuya receta parece sacada de un cuento infantil. Los recién iniciados son aislados de su mundo de origen, física y espiritual mente. En un momento todo lo que no es la secta representa de manera inmediata lo enemigo, la misma familia puede ser como en el caso de los Moonies satanizada sistemáticamente, de tal manera que el novato queda aislado por todos los frentes.

Podría decirse que se lleva a cabo un aislamiento similar al que son expuestos los protagonistas de la novela 1984 de H.g Wells. El proceso puede llevar semanas o meses hasta que los familiares notan que sus seres queridos han sido plagiados, y todo contacto se ha perdido. En su peor momento Steve Hassan llevaba una vida, en la que todo acto individual y colectivo giraba específicamente en la órbita del líder, la doctrina, y toda manera de llevar a cabo su praxis.

Como puede tratarse de los trabajos de recolección de fondos que los miembros jóvenes eran enviados a realizar en diferentes estados, en este caso del territorio Norteamericano. Estas recaudaciones se llevaban a cabo a través de pequeños grupos cuya principal palanca era una acometividad ridícula, que gratificaba a los mejores con honores y cargos inventados con tal propósito. Estos grupos pasaban semanas e incluso meses en realizar la misión donde su trabajo consistía en vender baratijas sin horarios establecidos, frente a todo lugar donde la gente se daba reunión de manera masiva. Cumplir las cuotas  demandadas machacaba todo posible espíritu de libertad o crítica y además uno extremaba su aislamiento al encontrar en su correligionario un competidor-enemigo.


Hassan lo relata con cruel simpleza “Una de las más atractivas cualidades de la vida en las sectas es el sentido de comunidad que inspira. Al principio el amor parece ser incondicional e ilimitado, y los nuevos miembros se ven arrastrados a una luna de miel llena de alabanzas y atenciones. Pero al cabo de unos meses, conforme el adepto se involucra más en la secta, las alabanzas y las atenciones se vuelcan hacia los nuevos reclutas. El miembro de la secta aprende que el amor no es incondicional, sino que depende de su buen rendimiento.
Los comportamientos son controlados a través de las recompensas y castigos. Se utiliza la competencia para estimular y avergonzar a los miembros a fin de que sean más productivos. Si las cosas no van bien -se consiguen pocos reclutas, ataques de la prensa, deserciones- es una falta personal del miembro, y su ración de «felicidad» le será retenida hasta que el problema sea solucionado. En algunas sectas piden a los individuos que confiesen sus pecados para tener garantizada la «felicidad» y, en caso de que no recuerden ninguno, que se los inventen. Al final llegan a creer que de verdad han cometido los pecados inexistentes

Las buenas amistades representan un riesgo, y son desalentadas con disimulo por los líderes. El compromiso emocional del miembro de una secta debe ser vertical (hacia el líder), no horizontal (hacia sus iguales). Los amigos son peligrosos, en parte porque si un miembro abandona la secta podría llevarse a otros con él. Cuando alguien deja el grupo, por supuesto el «amor» que se le dirigía se convierte en irritación, odio y burla.

Las relaciones dentro de estos grupos son por lo general superficiales, porque se desaconseja activamente compartir sentimientos íntimos, sobre todo los negativos. Esta característica de la vida en una secta, prevalece incluso cuando el adepto siente que está unido a sus camaradas como nunca lo ha estado con cualquier otra persona. Cuando pasan vicisitudes (al recaudar fondos en el crudo invierno o bajo el tórrido sol del verano) o son perseguidos (la policía los arresta por infracciones de la ley o son molestados por personas extrañas), tienen una excepcional sensación de profunda camaradería y de compartir el martirio. Pero ya que la única fidelidad real es hacia el líder, una observación más profunda demuestra que tales lazos en el fondo son débiles, y a veces producto de la fantasía.


El miembro de una secta llega a vivir dentro de un ámbito delimitado por el miedo, la culpa y la vergüenza. Los problemas son siempre una falta del adepto, y se deben a la debilidad de su fe, a su falta de comprensión, a «padres malos», a espíritus perversos, o lo que sea. Se siente constantemente culpable por no dar la talla. Llega a creer que «el demonio» le persigue.
En todas las sectas destructivas que he conocido, el miedo es el principal motivador. Cada grupo tiene su propio diablo particular agazapado a la vuelta de la esquina que espera a los miembros para tentarlos y seducirlos, para matarlos o volverlos locos. Cuanto más vivo y tangible es el demonio que la secta puede conjurar, más intensa es la cohesión que alimenta.


La vida en la secta es como un viaje en una montaña rusa. El adepto oscila entre la felicidad extrema de experimentar la «verdad» junto a una élíte privilegiada, y el aplastante peso de la culpa, el miedo y la vergüenza. Los problemas son siempre debidos a su incapacidad, no a la del grupo. Es el eterno culpable por no alcanzar las metas. Si plantea o Las relaciones dentro de estos grupos son por lo general superficiales, porque se desaconseja activamente compartir sentimientos íntimos, sobre todo los negativos. Esta característica de la vida en una secta, prevalece incluso cuando el adepto siente que está unido a sus camaradas como nunca lo ha estado con cualquier otra persona. Cuando pasan vicisitudes (al recaudar fondos en el crudo invierno o bajo el tórrido sol del verano) o son perseguidos (la policía los arresta por infracciones de la ley o son molestados por personas extrañas), tienen una excepcional sensación de profunda camaradería y de compartir el martirio. Pero ya que la única fidelidad real es hacia el líder, una observación más profunda demuestra que tales lazos en el fondo son débiles, y a veces producto de la fantasía.


Sin más presentamos los tres pasos fundamentales que se aplican para lograr el control mental, en este caso específico tomamos el método Moonie.

 Los tres pasos para conseguir el control de la mente
Una cosa es ser capaz de identificar los cuatro componentes del control mental, pero otra muy distinta es saber cómo se utilizan en la práctica para cambiar el comportamiento de las personas confiadas. A primera vista, los tres pasos del proceso para conseguir el control de la mente parecen bastante sencillos. Yo lo denomino descongelación, cambio y congelación.
Este modelo de tres pasos fue deducido a finales de los años cuarenta de un trabajo de Kurt Lewin,11 y fue descrito en el libro de Edgar Schein Coercive Persuasion [Persuasión coercitiva].12 Schein, al igual que Lifton, también estudió los programas de lavado de cerebro en la China de Mao Tse-Dong a finales de los cincuenta. Su libro, basado en las entrevistas con antiguos prisioneros estadounidenses, es un valioso estudio del proceso. Sus tres etapas conceptuales se aplican igual de bien al control mental no coercitivo como al lavado de cerebro. De acuerdo con su descripción, el descongelamiento consiste en destruir las defensas del individuo, el cambio es el proceso de adoctrinamiento, y la congelación es el proceso de formación y reforzamiento de la nueva identidad.
Las sectas destructivas actuales cuentan con la ventaja de treinta años de investigaciones y técnicas psicológicas desarrolladas desde los tiempos de Mao, con lo cual sus programas de control mental son mucho más efectivos y peligrosos. Los procesos hipnóticos, por ejemplo, han adquirido mucha más importancia en el moderno control mental. Además, las sectas destructivas actuales son más flexibles en sus planteamientos. Están preparadas y son capaces de cambiar su forma de abordar a una persona para adaptarse al perfil psicológico específico del individuo, mediante la utilización del engaño y un lenguaje básico muy elaborado, o el empleo de técnicas como la interrupción del pensamiento y la implantación de fobias.
Examinemos con más detenimiento este modelo de tres etapas para ver cómo el programa va creando paso a paso a un bien disciplinado miembro de una secta destructiva.
La descongelación
Para predisponer a una persona para un cambio radical, lo primero es perturbar su realidad. Sus adoctrinadores deben desorientarlo. Sus marcos de referencia para comprenderse a sí mismo y a su entorno deben ser cuestionados y destrozados. Cambiar su visión de la realidad abatirá sus defensas naturales contra los conceptos que desafían su realidad.
Hay muchísimos métodos para conseguir el descongelamiento. Desorientar psicológicamente a una persona puede resultar muy efectivo. Privarle del sueño es una de las técnicas más comunes y más eficaces para quebrar su resistencia. Además, el cambio de las dietas alimenticias y de los horarios de comida también puede producir un efecto de desorientación. Algunas sectas utilizan dietas bajas en proteínas y alto contenido de azúcar, o una alimentación escasa durante períodos prolongados, para minar la estabilidad del individuo. La descongelación se consigue más fácilmente en un entorno controlado por completo como en una casa aislada, pero también en lugares mucho más accesibles como el salón de un hotel.
Los procedimientos hipnóticos constituyen otra eficaz herramienta para descongelar a un individuo y burlar sus mecanismos de defensa. Una técnica hipnótica particularmente efectiva se basa en el uso deliberado de la confusión para inducir el estado de trance. La confusión es el resultado habitual de presentar de forma congruente cualquier información contradictoria. Por ejemplo, si el hipnotizador dice con un tono de voz autoritario: «Cuanto más intente comprender lo que les digo, menos capaces serán de comprenderlo. ¿Me comprenden?». El resultado es un estado de confusión temporal. Si lo repite una y otra vez puede que al final tenga sentido. Sin embargo, si a un individuo se le mantiene durante el tiempo suficiente en un entorno controlado, y se le hace escuchar un lenguaje que le desorienta y una información que le confunde, lo más normal es que acabe por suspender su juicio crítico y se adapte a lo que él cree que los demás están haciendo. En un entorno así, la tendencia observada en la mayoría de la gente es la de dudar de sí mismos y seguir al grupo.
La sobrecarga sensorial, lo mismo que la privación de sensaciones, también consigue desequilibrar por completo a una persona y hacerla más abierta a la sugestión. Un individuo puede ser bombardeado con datos de una fuerte carga emocional a un ritmo superior al que puede digerir. El resultado es una sensación de estar desbordado. La mente se pone en punto muerto y deja de evaluar los datos que recibe a raudales. El recién llegado puede pensar que esto es algo que ocurre espontáneamente en su interior, pero es el grupo quien lo ha estructurado así de forma intencionada.
Otras técnicas hipnóticas, como el vínculo doble,13 pueden también utilizarse para ayudar a descongelar el sentido de la realidad de un individuo. El doble vínculo fuerza a la persona a realizar lo que desea el controlador manteniendo la ilusión de que puede elegir. Por ejemplo, el líder de una secta puede proclamar: «Todos aquellos que tienen dudas acerca de lo que les digo, deben saber que soy yo quien coloca esas dudas en su mente, para que sepan sin lugar a dudas que soy yo el verdadero maestro». El individuo puede creer o no las palabras del líder, pero las dos posibilidades están cubiertas.
Veamos otro ejemplo del doble vínculo: «Si usted admite que hay cosas en su vida que no funcionan, entonces, si no participa en el seminario, le está dando a esas cosas el poder para que controlen su vida». En otras palabras, el mero hecho de estar allí demuestra que es incapaz de decidir si se queda o se va.
Ejercicios tales como las meditaciones guiadas, las confesiones personales, las sesiones de rezos, los ejercicios gimnásticos vigorosos, e incluso el cantar en grupo, también facilitan la descongelación. Es típico que estas actividades comiencen de forma inocente, pero poco a poco se vuelven más intensas e intencionada conforme progresa el taller de trabajo o el seminario. Casi siempre son realizadas en grupos, lo que implica la falta de intimidad y frustra la necesidad del individuo de estas a solas, pensar y reflexionar.
En esta etapa del descongelamiento, a medida que los sujetos se debilitan, la mayor parte de las sectas les bombardean con la idea de que tienengraves defectos: son incompetentes, están enfermos mentalmente o su espiritualidad es nula. Cualquier problema que sea importante para el individuo, como el bajo rendimiento en los estudios o en el trabajo, el exceso de peso o las dificultades en sus relaciones personales, son exagerados hasta el infinito para probar que uno no vale nada. Algunas sectas pueden ser bastante virulentas en sus ataques personales, llegando con frecuencia a la humillación delante de todo el grupo.
Una vez que la persona se hunde, está lista para la segunda fase.
El cambio
El cambio consiste en imponer una nueva identidad personal -una nueva serie de comportamientos, pensamientos y emociones- para llenar el vacío dejado por la desaparición de la identidad anterior. El adoctrinamiento de esta nueva personalidad se realiza tanto formal (en seminarios y rituales) como informalmente (en compañía de otros miembros, con lecturas y audiciones de grabaciones y vídeos). Muchas de las técnicas utilizadas en la fase de descongelación son también aplicadas en ésta.
La repetición, la monotonía y el ritmo: he aquí las tres adormecedoras cadencias hipnóticas a través de las cuales se realiza normalmente el adoctrinamiento. Los datos se repiten una y otra vez. Si los conferenciantes tienen una preparación más seria, varían en algo sus charlas para mantener la atención, pero el mensaje es siempre el mismo.
Durante la fase de «cambio», todas estas repeticiones se centran en unos cuantos temas básicos. Se les dice a los novicios lo malo que es el mundo, y que los no iluminados no saben cómo arreglarlo. Esto es así porque la gente común carece del nuevo «entendimiento» que ha traído el líder. El líder es la única esperanza para conseguir una felicidad duradera. A los reclutas les dicen: «Tu personalidad es la que te impide experimentar plenamente la nueva verdad». Tus "viejos conceptos" son los que te mantienen sujeto. Tu mente "racional" te impide acercarte a este fantástico progreso. Ríndete. Déjate ir. Ten fe».
Los comportamientos se moldean al principio de forma sutil, después con más determinación. El material que servirá para construir la nueva identidad se suministra gradualmente, pieza a pieza, y sólo se aumenta el ritmo cuando se considera que el sujeto está preparado para asimilarlo. La regla elemental es: «Dile sólo lo que pueda aceptar». Cuando yo era conferenciante de los Moonies, a menudo discutía las tácticas a emplear con los otros conferenciantes. Para racionalizar nuestras manipulaciones utilizábamos la siguiente analogía: «Tú no le darías a un bebé trozos de filete, ¿no es cierto? Tienes que alimentarle con algo que pueda digerir, como las papillas. Bueno, estas personas (los conversos en potencia) son como bebés espirituales. No les digas más de lo que puedan asimilar o se morirán». Si un novicio se enfadaba porque estaba aprendiendo demasiado sobre nosotros, la persona que trabajaba con él se hacía a un lado y dejaba que otro miembro le diera un poco de papilla.
Las sesiones formales de adoctrinamiento pueden ser muy monótonas y rítmicas: una forma de inducir estados hipnóticos. Resulta bastante corriente que la gente se duerma durante estos programas. Cuando yo era conferenciante de la secta, reprendía a las personas cuando se dormían y las hacía sentirse culpables, pero de hecho significaba que estaban respondiendo bien a la hipnosis. Más adelante aprendí que la hipnosis es algo habitual en muchas sectas. Aun cuando se ponga a eechar una cabezada, la persona permanece más o menos atenta a la información y es afectada por ésta, al estar sus defensas intelectuales normales con la guardia baja.
Otra técnica muy eficaz para el cambio es la «experiencia espiritual» inducida, que a menudo se consigue de manera por completo artificial. Su amigo más íntimo en el grupo se encarga de recoger toda la información privada del recluta y se la pasa en secreto a los líderes. Más tarde, en el momento preciso, esta información se utiliza de improviso para crear una «experiencia». Tal vez semanas después, en otra ciudad, un líder entrevista al recluta y le habla de pronto del suicidio de su hermano. Como sabe que no ha hablado de ello con nadie de este nuevo lugar, el recluta piensa que el líder ha leído sus pensamientos o que ha sido informado directamente desde el mundo de los espíritus. Se siente sobrecogido y pide perdón por no ser mejor hermano.
Las sectas religiosas destructivas no son las únicas en organizar experiencias «místicas». Un experto en artes marciales y autotitulado «mentalista», que estaba formando su propia secta, pagaba en secreto a unos gamberros para que agredieran a algunos de sus estudiantes en la calle, para intensificar su miedo al mundo «exterior», se entrenaran más y en consecuencia se hicieran más dependientes de él. Un psicoterapeuta (líder de una secta) manipuló a una de sus clientes echándole en cara su incapacidad para seguir la dieta. No le dijo que la había visto horas antes cuando se comía un helado. Ella creyó que el hombre tenía poderes ocultos.
Una técnica bastante común en las sectas religiosas consiste en pedirle a sus adeptos que le pregunten a Dios qué quiere Él que hagan. Les exhortan a que estudien y recen para llegar a conocer la voluntad de Dios. Siempre se insinúa que unirse al grupo es lo que Dios quiere, y que abandonar el grupo es traicionar su voluntad. Claro que si una persona le dice al líder de la secta que Dios le ha indicado que debe abandonar, tal deseo no será aceptado como válido.
Tal vez la persuasión más poderosa es la ejercida por los otros miembros de la secta. Para una persona normal, hablar con un adepto adoctrinado es toda una experiencia. Es muy probable que usted no haya conocido jamás a nadie, amigo o familiar, que esté tan absolutamente convencido de saber qué es lo mejor para usted. Un buen adepto jamás acepta un no por respuesta, porque ha sido adoctrinado para creer que si usted no se adhiere, el culpable es él. Esto genera una gran presión sobre el adepto para que triunfe.
Cuando uno está completamente rodeado por esta gente, la psicología del grupo desempeña un papel muy importante en el proceso de «cambio». Se organiza adrede a los individuos en pequeños grupos específicos (o células). Quienes hacen demasiadas preguntas son aislados enseguida del grupo principal. En los Moonies, organizábamos equipos pequeños al empezar los talleres de trabajo para evaluar a los reclutas. Los dividíamos en «ovejas» y «cabras», y los destinábamos a sus respectivos grupos. Las «ovejas» eran aquellos que estaban «preparados espiritualmente». Las «cabras» eran individualistas recalcitrantes de quienes no se podía esperar que fueran buenos miembros. Si no se les podía «quebrar», su «negatividad» quedaba confinada con toda seguridad en un equipo de cabras donde las ovejas npodían acercarse, hasta que se pedía a las cabras que se marcharan. Más tarde, después de abandonar el grupo, me sorprendí mucho al saber que otras sectas muy distintas a la nuestra hacían lo mismo. Nosotros pensábamos que habíamos inventado la técnica.
Pero el proceso de cambio engloba mucho más que la obediencia a las figuras autoritarias de la secta. Incluye las numerosas sesiones de «participación» con los miembros de base, en las cuales se confesaban los antiguos pecados, se narraban los triunfos del presente y se fomentaba el sentimiento de comunidad. Estas sesiones de grupo eran muy eficaces para inculcar la adhesión, porque el grupo refuerza con energía ciertos comportamientos mediante efusivas alabanzas y reconocimientos, al tiempo que castiga las ideas y comportamientos ajenos al grupo con un silencio helado.
Los seres humanos tienen una capacidad increíble para adaptarse a nuevos entornos. Las sectas destructivas saben cómo explotar esta capacidad. Mediante el control del entorno del individuo, el uso de la modificación del comportamiento para recompensar ciertas conductas y suprimir otras, y la inducción de estados hipnóticos, pueden verdaderamente reprogramar la identidad de una persona. Cuando la persona ha «cambiado», está lista para el siguiente paso.
La congelación
Después de que alguien ha sido quebrado y adoctrinado en el nuevo sistema de creencias, debe ser reconstruido como el «nuevo hombre» (o la «nueva mujer»). Se le debe dar un nuevo propósito en la vida y nuevas actividades que consolidarán su nueva identidad. Una vez más, muchas de las dos primeras etapas son empleadas en la fase de congelación. Los líderes de la secta deben estar razonablemente seguros de que la nueva identidad se halle bien consolidada cuando la persona salga de su entorno inmediato. De este modo, los nuevos valores y creencias deben ser interiorizados por el nuevo recluta.
La primera y más importante tarea de la «nueva» persona es denigrar su anterior personalidad. Lo peor que le puede pasar a la persona es actuar como él mismo, a menos que ésa sea la nueva personalidad de la secta, que está completamente formada al cabo de varios meses. La memoria del individuo se distorsiona, minimizando las cosas buenas del pasado y exagerando los pecados, los fallos, las heridas y la culpa. Los talentos especiales, los intereses particulares, las aficiones, los amigos y la familia deben ser abandonados -preferentemente en dramáticas actuaciones públicas- si entran en contradicción con el compromiso hecho a la causa. La confesión se convierte en otro medio para purgar el pasado e integrarse en la secta.
Durante la fase de congelación se modela el método primario para proporcionar la nueva información. Los nuevos miembros forman pareja con los antiguos, que se encargan de enseñarle los entresijos. El «hijo espiritual» es instruido para que imite en todo al «Padre espiritual». Esta técnica cubre también otros varios propósitos. Mantiene al miembro «antiguo» en la buena senda al tiempo que gratifica su ego, y estimula las ansias del nuevo miembro de convertirse en un modelo respetado para poder él también entrenar a los miembros más jóvenes.
El grupo es ahora la «verdadera» familia del miembro; cualquier otra es sólo su vieja familia «física». Algunas sectas insisten en una transferencia muy literal de la lealtad familiar. Jim Jones no era ni por asomo el único líder de una secta que insistía en que sus seguidores le llamaran «Papá». En mi propio caso, yo dejé de ser Steve Hassan, hijo de Milton y Estelle Hassan, y me convertí en Steve Hassan, hijo de Sun Myung Moon y Hak Ja Han, los autoproclamados «Padres Verdaderos» de toda la creación. A cada momento me recordaban que debía ser un pequeño Sun Myung Moon». Conforme se afirmaba mi nueva identidad, yo quería pensar como él, sentir como él, actuar como él.
Para acelerar la congelación de un individuo, algunas sectas le dan un nombre nuevo. Muchas le cambian su forma de vestir, el peinado, y todo aquello que pueda recordarle el pasado. Como ya he mencionado, muchas veces los miembros deben aprender a hablar una jerga distintiva o lenguaje simplificado de la secta.
Por lo general se ejerce gran presión sobre el nuevo miembro para que entregue sus ahorros y demás posesiones. Esto persigue un doble propósito, además de enriquecer a la secta. Donar los ahorros de toda una vida congela al individuo en el nuevo sistema de creencias. Sería demasiado doloroso admitir el error, y también consigue que la supervivencia económica en el mundo exterior parezca mucho más difícil en caso de que la persona piense alguna vez en abandonar la secta.
El impedirle dormir, la falta de intimidad y los cambios dietéticos se prolongan durante varios meses, y a veces más. Al nuevo miembro se le traslada a algún lugar lejos de su vecindario y de sus fuentes de influencia, incluso en una nueva ciudad donde no ha estado jamás y donde no conoce a nadie. Esto fortalece aún más la dependencia total respecto a las figuras autoritarias de la secta.
Es típico que al nuevo miembro se le asignen tareas de proselitismo tan pronto como sea posible. Las investigaciones realizadas en psicología social demuestran que nada afirma tan rápidamente las nuevas creencias como intentar convencer a otros para que las acepten. Buscar nuevos adeptos cristaliza la identidad construida por la secta en un plazo muy breve.
Algunos grupos se autofinancian mediante la utilización de métodos para recaudar fondos que son arduos y humillantes, como por ejemplo pedir limosna en las calles durante las veinticuatro horas del día. Esta labor se convierte en una forma de glorioso martirio que ayuda a congelar el compromiso con el grupo. ¡Correr de un lado para otro en el aparcamiento de un supermercado vendiendo flores a un precio exorbitante bajo una lluvia torrencial es una eficaz técnica para conseguir que uno crea en lo que está haciendo!
Después de unas cuantas semanas de proselitismo y recolección de fondos en el mundo exterior, el miembro es, por lo general, reenviado a nuevas sesiones de adoctrinamiento. Este ciclo puede repetirse docenas de veces en el transcurso de los años.
Cuando el novicio ya ha pasado el tiempo suficiente con los miembros «antiguos», llega por fin el día en que se puede confiar en él para que entren a otros recién llegados. De esta manera, la víctima se convierte en victimario, con lo que se perpetúa el sistema destructivo.







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